Festividad
de San Antón (17 de enero)
San Antonio Abad,
conocido popularmente como San Antón, nació en tiempos del Imperio Romano (año
251) en Heracleópolis Magna, en el Bajo Egipto, y se cuenta que alrededor de
los veinte años de edad se retiró a vivir en solitario en el desierto, dedicado
a hacer oración y penitencia, como hacían por entonces los llamados anacoretas.
Pero pronto se reunió en torno suyo un grupo de seguidores, que seguían
viviendo en chozas aisladas, pero reconocían la autoridad del propio San
Antonio. Esto fue entonces una novedad que se convirtió en la base de la luego
pujante vida monástica, es decir, en comunidad, que se iba a desarrollar
siempre con la supervisión de un abad y con unas reglas comunes.
Pese a vivir el en
desierto, San Antonio no se mantuvo indiferente a la vida de su tiempo, y así
se sabe que el año 311, durante la persecución de Maximino, acudió a Alejandría
para apoyar a la comunidad cristiana. Más tarde, el año 335 volvió de nuevo a
Alejandría para ayudar a su obispo, San Atanasio, atacado por la herejía
arriana. Pese al atractivo que su carisma ejercía, y a sus muchos seguidores, a
San Antonio no le agradaba la vida en comunidad y terminó retirándose al final
al monte Colzim, cerca del Mar Rojo, falleciendo en soledad el 17 de enero del
año 356, a
la increíble edad de 105 años.
Su fama de hombre
santo y austero se propagó y magnificó con el tiempo, atribuyéndosele muchos
hechos portentosos. Por ejemplo, cuando visitó a un ermitaño enfermo llamado
Pablo un cuervo empezó a llevarles pan cada día para que tuvieran algo que
comer. Y al fallecer Pablo, dos leones acudieron a ayudar a San Antonio a
excavar la sepultura. Se cuenta también que el santo tenía como animal de
compañía a un jabalí o jabalina (que esto no está claro). San Antonio no tenía
nada para darle de comer al bicho, pero le hablaba con cariño; éste no se
separaba de él y le defendía de cualquier alimaña que se acercara.
Todo esto aparece
reflejado en numerosos cuadros del museo del Prado, dado que la fama del santo
fue siempre muy grande. Y así como los labradores tienen ahora de patrón a San
Isidro, desde la edad media se ha considerado a San Antón como protector de las
distintas cabañas de animales que servían en aquel tiempo para el vivir cotidiano
de las familias. La sociedad, dividida entonces entre labradores y ganaderos,
imploraba la protección de sus respectivos patrones al Dios creador, para verse
librada de plagas, epidemias y pestes. Y poder así seguir comiendo.
Con motivo de su
fiesta (17 de enero) en muchas ciudades y pueblos se celebra una misa en honor de
San Antonio Abad, a la que asiste la gente llevando a sus mascotas, sobre todo
perros, que son bendecidos por el sacerdote. Ver foto. Y en Madrid, al menos,
se celebra por la tarde la procesión de los animalitos, en la que participan no
sólo perros y gatos, sino también caballos, cacatúas, serpientes, camellos y
puede que hasta elefantes, los cuales al pasar por delante de la iglesia del
santo en la calle Hortaleza son bendecidos oportunamente. En otros lugares con
más tradición agrícola y ganadera la fiesta incluye hogueras, bailes y
romerías, a las que se llevan los bueyes y animales de labranza, y que terminan
con una merienda en el campo en la que se comen y beben cosas muy ricas.
Terminada la Navidad continúa la vida y
las fiestucas.