domingo, 15 de febrero de 2015

Me gusta la Colegiata de Roncesvalles

Si pasas por allí puedes saber lo que es el arte en estado puro, comer súper-bien sin soportar impertinencias Michelín y además disfrutar de una naturaleza maravillosa. Nada raro, porque la colegiata de Roncesvalles está en Navarra y  en el corazón de los Pirineos.

También puedes sumergirte allí en la historia de España y aun en la de Francia. Casi ves pasar por el desfiladero al conde Roldán, y a Carlomagno con los Doce Pares de Francia. Y como dice el romance, “mala la hubisteis franceses - en esa de Roncesvalles”, porque ellos vinieron a meter sus narices aquí, y recibieron leña. Claro que eso ocurrió hace mil años y ya casi ni nos acordamos.

Este mundo está mal repartido. Mientras en la Colegiata ya no cabe más nieve, y su claustro nevado impone respeto, en Madrid no cayeron sino cuatro copos estos días. Y en Canarias toman el sol.

Construida por Sancho VII el Fuerte (1170–1234), a comienzos del siglo XIII, está claro en la foto que la Colegiata de Roncesvalles resiste bien los embates de la naturaleza. Aquel rey, que se portó como un jabato en la batalla de la Navas de Tolosa (1212), se buscó unos buenos arquitectos cuando hizo construir esta iglesia. Lo hizo en honor del Apóstol Santiago, en la cabecera del Camino de Santiago, para dar bienvenida y albergue a los peregrinos que venían de Francia. Allí está enterrado y allí se conserva la esmeralda de Miramamolín, las cadenas y las mazas de la batalla de las Navas. Y si no son las originales, pues dan el pego.


Es Roncesvalles un buen sitio para hacer una visita turística. O para rezar y empezar con bien el Camino de Santiago. Salvo que esté nevando, que lo mismo te traga la nieve y no te encuentran ni los lobos, por mucho GPS que lleves.

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