Me
gusta la Colegiata
de Roncesvalles
Si pasas por allí
puedes saber lo que es el arte en estado puro, comer súper-bien sin soportar
impertinencias Michelín y además disfrutar de una naturaleza maravillosa. Nada
raro, porque la colegiata de Roncesvalles está en Navarra y en el corazón de los Pirineos.
También puedes
sumergirte allí en la historia de España y aun en la de Francia. Casi ves pasar
por el desfiladero al conde Roldán, y a Carlomagno con los Doce Pares de
Francia. Y como dice el romance, “mala la hubisteis franceses - en esa de
Roncesvalles”, porque ellos vinieron a meter sus narices aquí, y recibieron
leña. Claro que eso ocurrió hace mil años y ya casi ni nos acordamos.
Este mundo está
mal repartido. Mientras en la
Colegiata ya no cabe más nieve, y su claustro nevado impone
respeto, en Madrid no cayeron sino cuatro copos estos días. Y en Canarias toman
el sol.
Construida por
Sancho VII el Fuerte (1170–1234), a comienzos del siglo XIII, está claro en la
foto que la Colegiata
de Roncesvalles resiste bien los embates de la naturaleza. Aquel rey, que se
portó como un jabato en la batalla de la Navas de Tolosa (1212), se buscó unos buenos
arquitectos cuando hizo construir esta iglesia. Lo hizo en honor del Apóstol
Santiago, en la cabecera del Camino de Santiago, para dar bienvenida y albergue
a los peregrinos que venían de Francia. Allí está enterrado y allí se conserva
la esmeralda de Miramamolín, las cadenas y las mazas de la batalla de las
Navas. Y si no son las originales, pues dan el pego.
Es Roncesvalles un
buen sitio para hacer una visita turística. O para rezar y empezar con bien el
Camino de Santiago. Salvo que esté nevando, que lo mismo te traga la nieve y no
te encuentran ni los lobos, por mucho GPS que lleves.
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