Historia
de Inglaterra. Ricardo III
Ricardo III ha
pasado al recuerdo como uno de los peores reyes de Inglaterra y aun de Europa.
Un asesino, además de un déspota odioso, al menos así lo presenta William
Shakespeare en una de las obras de teatro, escrita hacia 1591, que este autor
dedicó a la historia de Inglaterra.
Ricardo III había
nacido el 2 de octubre de 1452 en el castillo de Fotheringay
(Northamptonshire), siendo investido rey con 31 años de edad, y muriendo en
acción de guerra dos años después. Último monarca de la Casa de York (heredera de los
Plantagenet), su derrota y muerte en la batalla de Bosworth (Leicester) el 22
de agosto de 1485 supuso el fin de su dinastía y el advenimiento de los Tudor.
El nació como el
octavo y último hijo de Ricardo, duque de York, y de Cecilia Neville. La
tradición afirma que era un hombre deforme, jorobado y cojo de nacimiento,
además de ambicioso, cruel y sin escrúpulos. Vivía en el campo, y cuando su
padre y su hermano murieron en la
Guerra de las Dos Rosas, Ricardo quedó bajo la tutela de su
tío, el conde de Warwick, cuya intervención sería fundamental para deponer al
rey titular Enrique VI y coronar a Eduardo IV, el hermano mayor de Ricardo.
Entonces, Ricardo fue nombrado duque de Gloucester y adquirió un enorme poder.
Tras la muerte de
Eduardo IV, el 9 de abril de 1483, los hijos del rey difunto, Eduardo, príncipe
de Gales, de 12 años y Ricardo, duque de York, de 9, eran los siguientes en la
línea de sucesión. Ricardo fue nombrado Lord Protector de los jóvenes. Y aquí
empieza la parte más siniestra del caso, porque a los niños les hicieron
desaparecer, así como a los miembros del Parlamento que se oponían a que
Ricardo fuera coronado rey, y también a una serie de damas que estaban al día
de los hechos. Una vez borradas las pruebas, Ricardo fue coronado en la Abadía de Westminster el 6
de julio de 1483. Claro que antes Ricardo ya había liquidado a sus hermanos que
le precedían en la línea de sucesión.
El pueblo y la
nobleza estaban indignados, y una rebelión armada lo tumbó en la batalla de
Bosworth, luchando sin casco ni caballo, por haberlos perdido en la refriega.
Una vez muerto, alguien lo recogió y llevó en un caballo a Leicester, con los
pies colgando a un lado y la cabeza al otro, siendo presentado desnudo a la
furia popular antes de que los frailes franciscanos (entonces llamados frailes
grises) se hicieran cargo del cuerpo y lo enterraran discretamente en su
convento.
La localización
exacta de su sepulcro se había perdido tras 500 años de construcciones en la
zona, ya que el convento fue destruido como todos cuando la expulsión de los
frailes de Inglaterra. Sin embargo, en el verano de 2012 fue encontrado su
esqueleto bajo un estacionamiento municipal de Leicester, donde se hallaba el
convento de los franciscanos; él fue finalmente identificado por un equipo de
arqueólogos liderado por Richard Buckley como perteneciente al monarca, “más
allá de cualquier duda razonable”, según dijeron.
Terminado el
trabajo de los expertos, el próximo día 26 se piensa llevar a cabo un
solemnísimo funeral en la catedral de Leicester por el alma de Ricardo III,
previo a su subsiguiente sepultura. Y es que los ingleses son muy suyos y muy
patriotas, y van a enterrar a Ricardo III con los honores que corresponden a un
rey, aunque sea con 529 años de retraso, y con independencia de que él nada
habría merecido.