sábado, 8 de noviembre de 2014

Monasterio de Santa María de Sigena
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El monasterio de Santa María de Sigena es un cenobio español de finales del siglo XII situado en el término municipal de Villanueva de Sigena (Huesca), construido según el estilo románico avanzado o de transición. Y junto a él fue enterrado el rey Don Pedro II y los principales comandantes del ejército aragonés, muertos en la batalla de Muret del año 1213. 
Este monasterio se fundó el 21 de abril de 1188 por Doña Sancha, esposa de Alfonso II el Casto, el primero que ostentó los títulos de rey de Aragón y conde de Barcelona, siendo hijo de doña Petronila, reina titular de Aragón y del conde de Barcelona Ramón Berenguer IV.
La situación del monasterio fue elegida estratégicamente, equidistante del río Ebro, frontera natural con el Islam, Lérida, principal ciudad de los condados catalanes (aparte de Barcelona) y Huesca, capital del viejo reino de Aragón. Y se situó en un cruce de caminos desde el que se pudiera expandir la fe y la cultura, y potenciar la agricultura y el comercio por un territorio que todavía se estaba colonizando y cristianizando por entonces. 
Del importante conjunto medieval quedan hoy sólo algunos elementos en pie, reconstruidos por el arquitecto Chueca Goitía en 1974. La iglesia tiene planta de cruz latina, con una nave, un amplio crucero y tres capillas en la cabecera, y se cubre por bóvedas de cañón apuntadas. El panteón real se levanta en el lado izquierdo del crucero, y es de traza románica. Además destaca la portada, de estilo románico, y un sólido torreón rectangular, casi todo en un regular estado. 
La construcción de este monasterio se llevó cabo a la vez que el de las Huelgas Reales de Burgos, siendo ambos los primeros cenobios para mujeres en los respectivos reinos. Doña Sancha en Aragón, como Doña Leonor en Castilla, sus fundadoras, eran mujeres muy religiosas y cultas. Y en el fondo eran las que realmente mandaban en sus reinos, mientras sus maridos, Alfonso II y Alfonso VIII, estaban siempre de viaje o peleando con los moros.
En Sigena las monjas pertenecían a la Orden de San Juan de Jerusalén (o de Malta), y para que quedara claro el carácter “feminista” de su fundación, a la madre priora le dieron también el mando sobre algunos monasterios de hombres. Allí ingresaron destacadas mujeres de las más nobles familias aragonesas, empezando por una hija de Doña Sancha, y siguiendo por la propia reina que profesó allí cuando se quedó viuda y allí se enterró.
En el panteón real de Sigena se pensó en enterrar a los reyes de Aragón, pero cuando falleció Alfonso II se le tuvo que enterrar en el monasterio de Poblet (Tarragona), mal que le pesó a la reina. Y eso fue para no molestar a los catalanes, que querían enterrarlo en tierras catalanas. Las mismas impertinencias por parte de los mismos continúan al día de hoy.
Así comenzó la historia de Sigena, uno de los monasterios más emblemáticos de España, que sintetiza muy bien la historia y avatares de la Corona de Aragón a lo largo de los últimos 800 años.


Continuará.

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